¿Qué problemas pueden surgir durante una reforma?

Cuando uno se mete en una reforma sin asesoramiento técnico, es como subirse a un avión pilotado por el primo del cuñado que juega al Flight Simulator. Y no, no es broma. Yo he visto cosas. Cosas que harían temblar a un arquitecto técnico sensato. Gente que cambia el suelo sin mirar si hay humedad. Vecinos que tiran tabiques sin saber si son de carga. Reformas que se diseñan en una servilleta, con una cerveza al lado y tres “esto lo hacemos rápido”. ¿Y sabes qué pasa después? Que llegan los problemas. Y los sustos. Y las facturas. De esas que no se enseñan en Instagram.

1. El presupuesto fantasma

Todo empieza con la frase maldita:
“No te preocupes, esto no se va a ir mucho de precio”.

Tres semanas después, aparece la primera línea extra:

  • “Reparación de sorpresa en la bajante: 1.250 €”

  • “Adaptación a normativa que no sabíamos: 890 €”

  • “Refuerzo porque el forjado no aguanta: 2.000 €”
    Y así, hasta que el presupuesto inicial se convierte en una película de terror con final abierto.

¿La causa?
Nadie hizo un análisis técnico real antes de empezar.
Solo se presupuestó lo que se veía. Lo bonito. Lo de catálogo.

2. Retrasos… y más retrasos

El cliente tenía pensado mudarse en mayo.
Pero llegó julio…
Y luego septiembre…
Y aún estaban el electricista y el pintor discutiendo de quién era la culpa.

Porque cuando no hay una dirección técnica clara, cada oficio va por libre.
Uno entra, otro se va. Uno rompe lo que el otro hizo.
Y tú, como cliente, mirando el calendario con cara de:
“Esto no puede estar pasando”.

Pero pasa.
Mucho.

3. Descubrimientos sorpresa (de los que no gustan)

Empiezas a levantar el suelo…
Y te encuentras con una tubería podrida.
O una instalación eléctrica hecha en los 70 por un tipo que claramente odiaba la seguridad.

Empiezas a picar una pared…
Y ¡bam!… está húmeda por dentro.
O peor: hay una grieta estructural con más años que tu abuela.

Y ahí no hay vuelta atrás.

O lo paras todo, o lo arreglas.
Pero ya no estás en control.
La reforma te arrastra.

4. Mano de obra de dudosa procedencia

“Me lo hace un conocido, que me lo deja más barato”.

Lo barato.
Ese canto de sirena que suena bonito… hasta que se hunde el barco.

Porque una reforma mal hecha no solo cuesta más, también deja secuelas.
Azulejos mal colocados, enchufes donde no toca, goteras nuevas donde antes no había.
Y entonces toca llamar a alguien que sepa.

Pero ya es tarde.
Porque ahora no solo hay que hacerlo bien…
Hay que deshacer lo mal hecho.
Y eso cuesta el doble.

5. Cambios, arrepentimientos y peleas

Esto pasa siempre.
El cliente ve la cocina a medio hacer… y se arrepiente de la encimera.
La pareja discute porque uno quiere gris y el otro quiere blanco roto (que básicamente es gris).

Y cada cambio, cada indecisión, cada “¿podemos mover esta pared 15 cm?”,
cuesta tiempo, dinero y paciencia.
Y sin una persona técnica que ponga orden,
todo el mundo opina, pero nadie resuelve.

¿Y todo esto cómo se evita?

No con un Excel.
No con un presupuesto bonito.
Ni con un “esto lo arreglamos rápido”.

Se evita teniendo a alguien que vea lo que tú no ves.
Un técnico.
Un aparejador.
Un director de obra que no está ahí para decorar…
Está para protegerte de lo que puede salir mal.

La reforma perfecta no existe.

Pero una que no te arruine la vida, sí.

Si vas a reformar… habla conmigo antes.

No después, cuando ya está todo patas arriba.
No cuando la humedad se ha comido el rodapié.
No cuando el electricista te dice “eso no es cosa mía”.

Antes.